Paulo Villac Filho
Libro de la Pintura Antigua
de
Francisco de Holanda
El nombre de Francisco de Holanda está inextricablemente unido a Italia, incluso entre los especialistas, según una tradición que se remonta a los Dialoghi Romani con Michelangelo de Raczynski (1846), que cuentan con al menos cuatro ediciones distintas en nuestro idioma, a partir de la primera de 1926. Sin embargo, a pesar de ser conocido como un capítulo de un texto más amplio, el resto del tratado ha permanecido como la cara oculta de la luna para el público italiano.
El trabajo de Paulo Villac Filho parte de dos constataciones sencillas. La primera que, en un pasaje de la Fortuna dei Primitivi, Giovanni Previtali señala a de Holanda como uno de los protagonistas del debate sobre la "manera devota" y la "manera moderna", citando los correspondientes pasajes en portugués. La segunda es que Paulo Villac Filho, siendo brasileño y de idioma materno portugués, está capacitado para volcar todo el texto del idioma original al italiano.
Por tanto, la idea inicial del trabajo ha tenido un carácter ligeramente "minimalista": por una parte la curiosidad de saber qué se esconde detrás de la cara oculta de la luna y por otra, la voluntad de contribuir a la investigación y poner a disposición de todos el texto completo de De Holanda en italiano y no sólo los ya muy traducidos Dialoghi.
Traducir a De Holanda ha significado sumergirse en la aventura de descubrir numerosas facetas y sorpresas. Por ejemplo, se podía partir de la primera edición moderna en portugués de Joaquim de Vasconcellos, publicada por primera vez en capítulos entre 1890 y 1892 en el semanal “A Vida Moderna” de Oporto y reeditada en un volumen en 1918 y de nuevo en 1930. Sin embargo, el esmero filológico ha obligado al candidato a iniciar su trabajo a partir del texto manuscrito original. Sí, pero ¿cuál? El manuscrito en el que se basó Vasconcellos no es el original, sino una copia realizada en 1790 por José Joaquim Ferreira Gordo, posiblemente basada en el texto manuscrito de De Holanda, que en aquella época se conservaba en una biblioteca privada de Madrid. A lo largo de los dos últimos siglos no se ha vuelto a citar el presunto original y en la actualidad se cree que está disperso o ilocalizable. La copia de Ferreira Gordo fue solicitada por el gobierno portugués que le rogó, con motivo de un viaje a Madrid en calidad de miembro de la Real Academia de Ciencias de Lisboa, buscar y duplicar documentos nacionales. No en vano, su copia se conserva aún en la Academia de Ciencias de Lisboa.
Sin embargo, una copia de 1790 de un original redactado entre 1541 y 1548 no puede considerarse excesivamente cercana en el sentido estricto de la palabra, porque Ferreira Gordo podría haber interpretado "a la moderna" los pasajes más espinosos, de acuerdo con las ideas de la época. Por tanto, era mejor remontarse en el tiempo lo más posible. La búsqueda en las bibliotecas lusas e hispanas (facilitada por el hecho de que Paulo Villac se encontraba en Barcelona para realizar su primer y anterior doctorado español) ha llevado a la conclusión de que el texto más cercano al original perdido de Francisco de Holanda es la traducción al castellano realizada por su amigo personal Manuel Denis en 1563, que se conserva en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid.
La traducción al italiano del tratado completo que presenta Paulo Villac Filho en su disertación se ha logrado cotejando la traducción de Manuel Denis de 1563 y la copia del original portugués de Ferreira Gordo de 1790. En algunos casos, la comprobación ha permitido resolver aspectos complicados de la versión italiana, poco clara y retorcida, de De Holanda. En otros, sin embargo, el sentido permanece aún confuso.
Enviado a Italia en 1538 por el rey Juan III con la finalidad de aprender el arte italiano y de documentar con representaciones gráficas los aspectos más "notables" del mismo, sin excluir el arte militar, habida cuenta de la gran necesidad de Portugal en este ámbito, Francisco de Holanda permaneció allí hasta 1541. Durante este periodo parece muy ocupado en asumir todos los tonos, modales y aspectos sociales del "caballero", incluida la cultura literaria. De este modo, la primera parte de su tratado Della pittura antica, escrito a la vuelta de Italia entre 1541 y 1548, cuando el libro de Vasari no asomaba aún en el horizonte, parece ser un calco casi literal de Naturalis Historia de Plinio. Pero donde es distinta y aunque sólo sea por unas alusiones, demuestra, como había resaltado Previtali, que el debate sobre la "manera devota" ya bullía en los años treinta. Al respecto, De Holanda asumió posiciones rigoristas, intransigentes y reaccionarias que se anticiparon en casi 20 años a las más conocidas de Giovanni Andrea Gilio (1564) y en casi 40 a las del cardenal Paleotti (1582), hasta el punto de afirmar que todo cuanto desarrollaron estos dos autores ya se incluía de forma breve pero clara en el tratado de nuestro artista-escritor.
Buena parte de las decisiones tomadas en el siguiente Concilio de Trento relacionadas con las artes fueron anticipadas por las ideas de De Holanda.
Las razones pueden ser materia de debate. ¿Profundas convicciones religiosas o una actitud "más realista del rey" de defensa a ultranza de un orden social, del cual él aspiraba a formar parte, inspirado por la Iglesia? Tal vez todo ello, pero tal vez también su deseo de convertirse, con el tratado, la función propedéutica y pedagógica de sus escritos y una clara visión de aquello que mantenía a su país lejos de los logros artísticos más notorios, en el motor de una renovación artística de Portugal, que le permitiese mantener el paso de otros países europeos y en concreto el de Italia, la cuna del arte. La idea de proporcionar este servicio y de situarse como el iniciador de un arte nuevo, está muy presente y es perceptible en muchas partes del texto.
Como es bien conocido, fue un sueño frustrado, incluso por razones políticas. El Rey no le concedió el puesto relevante que había soñado y su tratado permaneció manuscrito y desconocido para la gran mayoría. Existía una gran contradicción de fondo en sus páginas: si bien estaba destinado al público portugués, las ideas fundamentales y los términos del tratado eran italianos, incluso los posibles lectores capaces de comprender el debate eran italianos. Escrito a posteriori y en un lugar distinto, el texto de De Holanda, aún hoy en día, se sitúa en el corazón de los problemas de los tratados italianos del Siglo XVI y es uno de sus ejemplos más precoces.
En su tesis, Paulo Villac Filho pretende demostrar la conexión con la situación italiana mediante notas explicativas muy minuciosas, que revelan las fuentes de las afirmaciones y aclaran sucesos o personajes. En el ensayo inicial, que trata sobre la vida y las ideas del pintor luso (al menos por lo que se ha podido reconstruir hasta ahora), ofrece una visión sensible del punto en el que se sitúa su texto, dentro del marco de esclarecimiento de los tratados italianos de la época.
Es evidente que tras una larga historia de entendimiento parcial y de "detractores profesionales", por así decirlo, que no estaban dispuestos a reconocer la veracidad sustancial de las frases puestas en boca de Michelangelo, esta disertación está destinada a recuperar la importancia de la figura y la obra de Francisco de Holanda y de su capacidad de anticipar temas y problemas por los que otros, muchos años después de su obra, se reconocen en la actualidad (con menos razones) como iniciadores. El trabajo se ha desarrollado con sobria contención y se han evitado tonos apologéticos o desequilibrios excesivos tendentes a la sorpresa y la novedad.
En resumen, la obra me parece una magnífica “contribución a la investigación académica”, propósito y objetivo inicial del trabajo que, por otro lado, como objetivo final largamente meditado, transmite el conocimiento profundo de quien ha estudiado a fondo la obra de Francisco de Holanda.
Bolonia, 17 abril 2004
©Mauro U. Lucco
Catedrático de la Universidad de Bolonia
Traducción: Yolanda Varona |